Al contrario de mi tía, mi tío era un hombre sin la menor instrucción. No sabía ni poner su firma. Procedía, como he dicho, de la Cava, poblado casi totalmente de barracas, perdido en las marismas al lado opuesto del Ebro, ya cerca del mar. Les llamaban "el cavero" y "caveros" fueron sus hijos, con esta afición de nuestros pueblos a los apodos. Los habitantes de estos poblados ribereños vivían a la sazón en un estado semisalvaje. Mi tío era, sin embargo, y como he dicho ya, un hombre alto, de fuerte constitución, uno de esos tipos abundantes en la Cava, y que sorprenden por su apostura, teniendo en cuenta el tipo general de estos poblados --de carácter netamente ibérico--, bastos, de facciones rudas y gruesas y que parecen surgir de la prehistoria.
A la vista de estos tipos, he pensado a menudo que en aquellos eriales debió de quedar algún resto de una raza desaparecida, de condición muy superior a las restantes. Quizá se tratara de moros, que en los días de expulsión, lograsen burlar la ley ocultándose en los pantanos, viviendo como fieras.
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Sebastià Juan i Arbó, fragment de Los hombres de la tierra y del mar
Llegint Bruixa de dol, de Maria-Mercè Marçal
Fa 10 hores
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